La provocación de hoy tiene su origen en dos advertencias que hemos visto de cerca, en torno a tragedias producto de la naturaleza.
Nos referimos a los terremotos que recientemente han sacudido a Haití y a Chile, con saldo de decenas de miles de muertos.
Y aunque parece remota la posibilidad de que también en México se produzcan sacudimientos como esos, la verdad es que especialistas de la materia no descartan la eventualidad.
¿Por que razón?
Porque los sismos de Haití y de Chile son producto del movimiento de fallas tectónicas que corren a lo largo del continente por el Pacífico, desde la Patagonia hasta el norte continental.
Es decir, que existen muchas posibilidades de que los reacomodos produzcan terremotos en otras regiones de la misma falla, incluido México
En todo caso lo interesante del asunto es si aprendimos algo de la experiencia traumática—similar a las que vive Haití y Chile--, que sacudió al Distrito Federal y a otras entidades en septiembre de 1985.
Luego de ese terremoto que provocó serios daños y miles de muertos en al capital mexicana, distintas autoridades nos vendieron la idea de que estabamos preparados para otra experiencia como esa.
Se modificaron las normas de construcción, se hicieron obligatorios sistemas de protección civil y capacitación de la ciudadanía en general.
Y en el extremo, hasta se inventó una alarma sismica de la que hoy nadie recuerda.
Por supuesto que nadie quisiera vivir otra experiencia similar. Pero lo cierto es que fenómenos naurales como los terremotos hoy son impredecibles, y sus efectos incalculables.
Sin embargo, las dos experiencias recientes, la de Haití y la de Chile, nos muestran la importancia de la prevención, el acatar las normas de construcción, la importancia de la solidez de un estado Nación y la cultura democrática.
Como todos recuerdan en Haití el terremoto no sólo debastó el 70 por ciento de las construcciones de ese país, sino que tiró a un gobierno de extrema debilidad, lo que provocó el caos generalizado.
Se exhibieron públicamente no sólo la corrupción en la construcción si no la inexistencia de una cultura democrática y de protección civil.
En cambio ante un terremoto varias veces más intenso que el de Haití—el ocurrido en Chile--, las cosas fueron radicalmente diferentes al sur del continente.
En Chile, los daños fueron de importancia, pero no de la magnitud que en Haití; muchos edificios e infraestructura urbana cedieron ante la catastrofe, pero fueron muchos más los que resistieron.
Más aún los mayores daños los produjo la repercusión maritima del sismo. Es decir, los daños causados por el maremoto.
En Chile apareció de inmediato el gobieno, funcionaron los sistemas de protección civil y de seguridad, al tiempo que el gobierno de la señora Bachelet tomó el control de inmediato.
Las lecciones son fundamentales. Por eso la provocación de hoy. |